Próximamente se publicará el libro “Las legumbres del Rey”. Mesa y alimentación en la Corte (siglos XVI-XIX), coordinado por el profesor Félix Labrador y el profesor Jorge Pajarín, y que se incluye en las actividades del Grupo de Investigación de Alto Rendimiento en Corte, Imagen, Nobleza y Territorio (CINTER) de la Universidad Rey Juan Carlos

El acto de comer se trata de una necesidad fisiológica del hombre. Sin embargo, más allá de un capítulo anecdótico de la historia del cuerpo o de la historia de la cultura material, la historia de la alimentación forma parte también de la historia del arte, de la historia de las ciencias, de la historia religiosa, de la historia económica, social y política, etc. Al fi n y al cabo, nada ni nadie puede mantenerse al margen del hecho gastronómico, que ponía de manifiesto tanto los vínculos verticales y sociales que articulaban a la sociedad, como sus contradicciones y conflictos internos.


En este sentido, la Corte aparece como un espacio central de estudio en el que abordar la alimentación de distintas épocas. Se trata de un objeto de estudio en el que, a partir de la mesa y cocina real, se vislumbran “las necesidades vitales del monarca como persona concreta, donde cuentan cuestiones particulares como su apetito y su gusto”, al mismo tiempo que refleja las necesidades institucionales para reflejar el poder, la riqueza, el prestigio y la gloria de la Monarquía, así como las necesidades del conjunto de la servidumbre real, donde aparecen representadas las más diversas categorías sociales, los más distantes niveles económicos, las más diversas claves políticas y los distintos sentidos culturales. Es decir, la alimentación en el mundo cortesano abarcaba desde cubrir la necesidad vital más estricta hasta el simbolismo político, económico y cultural más elaborado.

Esta obra recoge un conjunto de trabajos que revelan que la Corte, como ejemplo y referencia que pretendía ser en todo, se erigió también en la alimentación como síntesis e inspiración de distintas épocas. En algunas ocasiones, para vislumbrar cómo la mesa del rey se constituyó en un auténtico espectáculo del poder de la Monarquía, y en otros momentos para representar las miserias de una institución que fue cambiando conforme avanzaba el siglo XIX.